

Por fuerza de las
circunstancias, como tantos otros sectores de la economía, peluqueros,
barberos, manicuristas, pedicuristas, esteticistas y demás integrantes de ese
gremio han pasado de indispensables a irrelevantes.
Hace días que no sabemos de ellos. Ni sobre qué están haciendo para ganarse unos pesos, más aún cuando ahora sus oficios cargan encima un prejuicio: el distanciamiento social, lo que en su caso y a la hora de trabajar resulta un imposible físico. Como tampoco parecen figurar en las cuentas de algún programa público o privado de los puestos en marcha en la emergencia actual.
Hace días que no sabemos de ellos. Ni sobre qué están haciendo para ganarse unos pesos, más aún cuando ahora sus oficios cargan encima un prejuicio: el distanciamiento social, lo que en su caso y a la hora de trabajar resulta un imposible físico. Como tampoco parecen figurar en las cuentas de algún programa público o privado de los puestos en marcha en la emergencia actual.
No hablamos de un pequeño
universo. Hubo un artículo, a finales de 2018, del diario económico La
República que el negocio de las peluquerías y salones de belleza en Colombia,
mueve más de 300 mil millones de pesos al año, con un crecimiento para este
2020 que apuntaba a un 15%.
Son unos 35 mil establecimientos (podrían ser muchos más), dice la nota, que en un 80% pertenecen a un único dueño. El mismo (a) que corta, despunta, lima, pinta, arregla, baña y enjuaga, antes de cobrar los entre 8 y 25 mil, pesos. Para luego limpiar y barrer en segundos, antes de poner a girar de nuevo su mundo infinito hecho de cabezas, manos, pies y músculos, Eso sin contar el papel que ellos hacen de paño de lágrimas.
¿Cómo serían los barrios sin peluquerías? Claro está, hay salones y barberías de élite, pero qué duda cabe de que todos están hoy en el suelo.
La
semana pasada, en una de sus intervenciones diarias en la televisión, el
Gobierno Nacional hizo una propuesta que retomo en este espacio: ¿Por qué no
cada uno de nosotros, como usuarios que somos y, además, viejos conocidos de
ellos les adelantamos el dinero -a peluqueros, barberos, manicuristas y pedicuristas,
esteticistas y demás- de nuestras próximas citas? Son unos 35 mil establecimientos (podrían ser muchos más), dice la nota, que en un 80% pertenecen a un único dueño. El mismo (a) que corta, despunta, lima, pinta, arregla, baña y enjuaga, antes de cobrar los entre 8 y 25 mil, pesos. Para luego limpiar y barrer en segundos, antes de poner a girar de nuevo su mundo infinito hecho de cabezas, manos, pies y músculos, Eso sin contar el papel que ellos hacen de paño de lágrimas.
¿Cómo serían los barrios sin peluquerías? Claro está, hay salones y barberías de élite, pero qué duda cabe de que todos están hoy en el suelo.
También podemos pedir medidas inmediatas del Estado para ellos que, con toda seguridad, se refundirán en medio de una agenda inmanejable.
Claro está, antes, valen todos los gestos de solidaridad a cambio de nada.
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